lunes, 28 de julio de 2014

Ctrl C - Ctrl V: ¿Plagio pastoral?


Hace algunas semanas leí un artículo: "Plagio académico. La generación del copia y pega" por Miguel Ángel Núñez, escritor y téologo chileno, quien describe de manera interesante una triste realidad entre los estudiantes de hoy. El robo de ideas o de pensamiento como un peligro que es más que copiar y pegar, sino que también implica el estancamiento de investigar. Sin duda el internet ha facilitado el proceso del plagio a un solo clik. Este asunto es serio y preocupante por supuesto, y merece nuestra atención.

Me pregunto si existirá plagio dentro del círculo pastoral. Escuchar un sermón de otro colega, ver un sermón en youtube o leer algún sermonero y presentarlo en un púlpito como si fuera yo el autor, eso es plagio. 

Aún recuerdo las clases de homilética en mi época de estudiante en la facultad de teología. Recuerdo que en el último tramo del curso teníamos que presentar un sermón frente a nuestros compañeros. Allí descubrí que muchos predicaban como el famoso evangelista peruano Pr. Alejandro Bullón. Su estilo, sus frases conocidas como: "Oh querido, tú eres la cosa más linda que Dios tiene en éste mundo" o "Puedes correr la vida toda...". En fin. Muchos compañeros repetían con puntos y comas los sermones archimegaconocidos del pastor Bullón.

No está mal predicar un sermón de algún predicador. El problema está en no darle el crédito. Podríamos decir por ejemplo: "El mensaje que presentaré es una adaptación  del pastor..." o "El seminario que presentaremos fue preparado por el pastor...", etc. Lo correcto es darle el crédito a aquél que ha hecho un esfuerzo de estudiar, investigar, recopilar, analizar... y por supuesto todo eso es trabajo. No lo hizo de la noche a la mañana o en un abrir y cerrar de ojos. Yo mismo en muchas ocasiones he predicado o expuesto sermones y temas que no fueron míos, pero siempre con honestidad he dejado en claro quiénes son los autores. Eso habla bien de uno. En cierta oportunidad me dijeron al finalizar el sermón: "Pastor, ese sermón lo escuché del pastor... justamente como usted mencionó". ¿Qué hubiera pensado el hermano si yo no hubiera mencionado que yo no era el autor sino el pastor...? De allí la importancia de ser honestos.

Un hecho común de plagio en la actualidad es postear a través de las redes sociales de Twitter y Facebook por ejemplo, una declaración que le pertenece a otra persona como si fuera nuestra. El plagio es un robo en definitiva. Plagio es como bien dice Miguel Ángel Núñez: "Copiar, pegar y presentar un trabajo como si fuera propio, cuando lo único que se ha hecho es hacer el mínimo de esfuerzo, crea condiciones éticas para que se produzcan otros problemas aún más complejos".

En alguna oportunidad me preguntaron si tenía un artículo sobre un tema en particular y si lo podía dar para que sea publicado en una revista denominacional. Les dije que sí, solo con una condición: Que respeten los derechos de autor. Me aseguraron que así sería. Después de algunos meses me di con la sorpresa de que el artículo fue publicado, no obstante, tenía como autor a aquél que me aseguró que el artículo tendría mi nombre y apellido como autor.

Hace algunos días, en casa, le mostraba a un amigo todos los artículos que había escrito y que habían sido publicados en revistas denominacionales, universitarias, así como manuales, sermoneros y en uno de ellos se percató que había uno que no tenía mi nombre como autor. Me dijo: "¿Y éste?". Le respondí: "Ese lo escribí pero no pusieron mi nombre... mi esposa, Dios y el dueño de aquél nombre que aparece allí saben que yo soy el autor. Eso me basta y sobra". Me dijo que debí sertirme mal. La verdad sí. Aquél día me sentí mal, pero gracias a las palabras de mi esposa me sentí feliz. Mi esposa me dijo que lo importante es que yo lo escribí y eso indica que lo que tienes que seguir escribiendo.

Hace algunos días me llamó la atención una reflexión vía Twitter interesante por su título. Hice click en el enlace y me direccionó a un blog de un conocido pastor que por cierto lo he visto predicar muchas veces. Al leer la reflexión me di cuenta que era muy buena. Al finalizar llevaba su nombre como autor. Sin embargo, habían construcciones literarias que no parecían ser de su autoría. Así que copié y pegué en Google el título para buscar y para mi sorpresa, el título, así como el contenido pertenecían a otro autor más famoso que él por cierto. Me dio pena esa actitud. Ahora en Google lo puedes encontrar todo y con facilidad puedes descubrir plagios. ¡Cuidado! El plagio es pecado, no habla bien de uno. El plagio es el robo de pensamientos.

Eso me recuerda lo que pasó hace algunos meses cuando fui invitado a dar una charla sobre Grupos Pequeños en un encuentro de líderes de un distrito misionero. Mientras esperaba mi turno para la exposición, escuchaba a otro orador que tristemente presentaba un seminario que yo mismo lo había elaborado hace un año y que lo colgué en slideshare.net. Triste no porque lo presentara, eso me hace sentir feliz y para eso lo cuelgo en internet, lo que me incomodó y causó mi tristesa es que tenía en todas las presentaciones escrito su nombre y apellidos.

¿Quién no recuerda al famoso escritor peruano Alfredo Bryce Echenique acusado 32 veces por plagio? Tampoco podemos olvidar a Guillermo Giacosa columnista peruano de un prestigioso diario. El plagio por ser un robo literario tiene "patas cortas" y por supuesto es pecado y necesita perdón de Dios. Seamos honestos. No robemos. Es posible que alguno al leer ésta reflexión crea que es producto de venganza. No lo es, ya lo dejé en las manos de Dios.

Pr. Heyssen J. Cordero Maraví


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