Me bauticé a los 17 años, el 10 de noviembre del 2001, y en mi mente la palabra “iglesia”, era sinónimo de “santidad, perfección, humildad, bondad, gozo, mansedumbre, etc.”
Tristemente al pasar sólo días me di cuenta que había salido (como dijera un amigo) del infierno de Satanás para entrar a la refrigeradora de Dios. Pues la frialdad, la hipocresía, el orgullo y la desidia imperaban en la vida de la mayoría de los “hermanos” de la iglesia, que no parecían hermanos sino “enemigos.”
Todo comenzó cuando me invitaron a ser director asociado de la Sociedad de Jóvenes, un día director no puedo asistir a junta y pidió permiso para que mi persona vaya en su representación, y así fue. Tal vez hubiera tardado en darme cuanta la realidad de la iglesia, sino hubiera asistido a esa “junta”, que en vez de junta parecía “separación”, pues parecía una campo de batalla de dos bandos separados por gustos y colores que básicamente la conformaban “amigos.”
No sabía de qué lado estar, mientras discutían y hablaban de temas que me sorprendía, y casi casi, parecía una reunión de “sindicalistas” como las que alguna vez asistí. Me sentí como en medio de una mafia.
Mis ganas de pertenecer al pueblo de Dios para siempre se estaban esfumando, cuando un hermano me tomó del hombre y con voz suave me dijo: “este es la iglesia de Dios, no es el cielo, tranquilo, felizmente no viene Cristo.” Estas palabras no las olvidaré jamás.
Han pasado ya casi 7 años, sinceramente fui testigo de tristes historias en la iglesia de Dios. Me desanimé muchas veces y quise buscar otra iglesia, pero a mi mente venían las palabras de un hermano usado por Dios, cuando aquella vez me dijo “…no estamos en el cielo aún…” Hoy eso lo entiendo a la perfección. Me preparo para ser pastor, y mi gran deseo es de predicar del amor de Dios y de la iglesia a quién Dios mismo le concedió el privilegio de ser el remanente.
Pablo dijo a los Romanos : “ …Pero Dios que nos ama nos ayudará a salir vencedores en TODO,, por eso estoy convencido que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni demonios, ni lo presente ni lo porvenir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Ro. 8:37-39).
Gracias Señor pues no es por nadie, sino únicamente por ti, tu fortaleza, y tu amor que permanezco en tu pueblo. Y siempre te pido Señor, que dirijas a tu pueblo, con todo lo que es, pues sé que “…es la una cosa sobre esta tierra de la cual tienes suma consideración.” (T. Ministros, 18).
Pr. Heyssen J. Cordero Maraví
Asi que ahora es pastor...
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