jueves, 27 de febrero de 2014

La respuesta a mis oraciones desde que aprendí a orar


Te conocí el segundo sábado de mayo del 2001. Vestía un blue jean, un polo de color negro cuello redondo con el logo los Gansas Rouss, zapatos cuervo volteado color marrón, cabello un tanto crecido (y en mi humilde opinión, me quedaba bien). Tú tenías un vestido celeste y zapatos negros, una toallita blanca entre tus manos, cabello ondeado bien negro, cejas pobladas con una mirada angelical a pesar de las imponentes cejas enormes.  Como era un visitante a la iglesia me llevaron a la clase jóvenes y estaban hablando de Sansón. Recuerdo bien ese tema porque la maestra de jóvenes decía: “así que chicas, jamás deben fijarse en chicos no creyentes, pues son como Dalila, filisteos”. Yo me sentí aludido, y entendí que serías una joven más interesante para conquistar, así como las demás. ¡Un reto! ¡Cómo me encantan los desafíos! Pero después, la maestra me miró a los ojos como intuyendo que yo era un lobo entre ovejas, y me preguntó: “Hola, ¿y tú de qué iglesia nos visitas?”. Yo no supe qué responder, pero entre mis labios cerrados dije: “A la Granja (era una discoteca famosa en mis tiempos de adolescente en la ciudad de Pucallpa)…”. ¿Cómo? – Me volvió a preguntar con una sonrisa entre sus labios – No escuché bien. “A ninguna iglesia, yo vengo de visita”. Y todos los jóvenes dijeron: “Amén, bienevenido…”. Yo me reí en mi interior diciéndome: “Éstos muchachos habían resultado pateros (adulones), pero a mí no me van a venir con paterías pues, yo soy el gran Heyssen…”.

Tú estabas sentada a tres sillas de mí. Yo observé que de todas las jóvenes tú eras la más tierna y linda. Creí que tenías 14 o 15 años, yo tenía 17. Y me decía, serías perfecta entre todas, si tan solo serían mayor. Ese sábado por la noche hubo juegos sociales y allí descubrí que tenías la misa edad que yo, pero mayor por cinco meses. Osea, eras mi mayor. Pasaron los días, semanas y meses, y el amor de Dios germinó en mi corazón, y por gracia de Dios fui bautizado el 10 de noviembre del 2001. Aquél intrépido jovencito que entró a la iglesia por curiosidad y por vacíos existenciales como todo joven estudiante de ciencias, finalmente se enamoró de Jesús.

Te convertiste en ese tiempo en mi mejor amiga. Convesar contigo era lo que más me gustaba. Disfrutaba pasar el tiempo contigo. Éramos amigos. Amigos, amigos y simplemente amigos y nada más. Me contabas tus cosas y yo a ti. Jamás hablamos de cosas triviales, hablábamos de la obra de Dios, de predicar el evangelio… de gastar nuestras vidas en pro de la misión. Orábamos el uno por el otro.
Tuve miedo de perder tu amistad cuando empecé a sentir algo más que una amistad. Pasó el tiempo y aunque decidí jamás decirte mis sentimientos porque me resistía a creer que entre tú y yo podía pasar algo. Así que preferí ser tu amigo a perder tu amistad diciéndote mis sentimientos. Hasta que decidí ser pastor. Abandoné mis estudios de enfermería en la Universidad Nacional de Ucayali, fue duro, difícil para mí. Pero tú estuviste siempre allí para decirme que sí podría ser pastor. Eras mi amiga. Fuiste la primera persona a la que le pregunté si creía que yo podía ser un pastor. Me dijiste: “Creo que sí, eres un buen dirigente de iglesia… Y creo que Dios puede hacer más”.

Cuando decidí ir a colportar a Tocache para poder estudiar después, el 01 de noviembre del 2003, ese día, decidí declararte mis sentimientos. Total, no te pediría nada, no te pediría nada de nada, solo que sepas lo que siento por ti. Te invité a salir por primera vez en casi tres años de amistad. Y en una pizzería te dije lo que sentía por ti. Y para mi sorpresa y alegría, tú también estabas enamorada de mí. Me quedé helado. Y te pregunté en medio de la plaza de Pucallpa: “Tú sabes que voy a Lima a estudiar teología en la universidad adventista, ¿Estarías dispuesta a esperarme cinco años para casarte conmigo?”. Tú me miraste y con una voz dulce contestaste: “Sí…”. Ese día, ese momento entendí que podían ser dos cosas, que estaba loco por pedirte eso, o que tú eras más loca por creer que eso podía pasar. Ninguna de las dos. Pasados los cinco años, tres meses y tres días, el 08 de febrero del 2009, tú y yo nos casamos en Pucallpa. Yo había sido llamado para ser pastor en la selva del Perú, y juntos fuimos a pastorear nuestro primer distrito misionero.

Ya han pasado más de diez años desde que fuimos enamorados, y cinco años como esposos. No somos los mismos. Muchas cosas han cambiado sin duda, estoy aprendido con seguridad, cada día… lucho por ser el esposo que quieres todos los días. Hago mi mejor esfuerzo. Y cuando te veo que sonríes, entonces soy feliz. La felicidad no es gratis. La felicidad viene de Dios, pero es un trabajo diario de parte de nosotros, que requiere de ese amor de Dios. He leído muchos libros, artículos y he escuchado seminarios, conferencias de cómo ser un buen esposo, un esposo ideal… pero ello no tiene sentido si estamos lejos de Dios. Por eso, cada día busco ese amor puro y real que solo proviene de Dios, la fuente del verdadero amor.
Ya no estamos solos. Ahora somos cuatro. Tú, Génesis y Ariel: Reina, Princesa y Príncipe. Nuestras vidas han cambiado mucho con la llegada de ellos. Son bendiciones de Dios, nos han hecho madurar y aprender cosas que jamás, jamás hubiéramos imaginado. Gracias por ser una linda madre, una madre extraordinaria…
¿Te amo? Sí, pero no es como antes, es mucho más grande y más maduro. Te amo Charly, con todos mis defectos que conoces más que nadie en este mundo, te amo, te amo porque eres el regalo de Dios. Te amo porque Dios nos unió, y porque nuestro amor se construyó por voluntad de Dios. Se desarrolló con oraciones… Eres la respuesta a mis oraciones desde que aprendí a orar. Eres mi dulce inspiración terrenal, mi princesa árabe… eres mi Nena. Feliz aniversario!!!

Te ama,


Heyssen, tu Lleyller

martes, 4 de febrero de 2014

Génesis Valentina, la voluntad de Dios


Hoy es un día especial. Génesis Valentina, mi primmogénita cumple tres años. Para algunos no son muchos, y ciertamente tienen razón. El tiempo ha pasado rápido. Pareciera que fue ayer cuando supe que sería padre. ¡Qué emoción! Cuidado señor al manejar, no se vaya a chocar- me dijo la enfermera al ver mi rostro lleno de felicidad - mire que será padre y no sería bueno que deje a una mujer embarazada y viuda. Lo primero que hice fue ir a un parque de la ciudad de Tocache, y sentarme en una banca para orar a Dios y agradecerle por tan bella noticia. Me preguntaba, ¿cómo le daré la noticia a mi esposa? Sí, en nuestro caso, no fue la esposa quien le dio la noticia al esposo, como suele suceder en las películas o novelas. En nuestro caso, yo le di la noticia a mi esposa que sería madre.

Mientras esperaba Charly, mi esposa (ella estaba trabajando como profesora), para darle la noticia de que sería madre (es que yo fui a recoger el resultado del laboratorio clínico) pensaba en cómo lo llamaría: Gabriel Heyssen, como el zaguero de la selección argentina que un día antes había anotado un gol ante bulgaria por el mundial de Sudafrica 2010. Claro, el futbolista es Gabriel Heinze, pero bueno, yo lo llamaría Gabriel, Heyssen. ¿Por qué creía que podía llamarlo así? Porque yo siempre pensé que tendría un hijo varón. Entonces empezó por primera vez mi temor de toda la vida: ¿Y si tengo una hija? ¿Y si es mujercita? ¡No! No puede ser. Es que Dios me ama mucho y sabe que yo siempre, desde que nací y supe que algún día sería padre, quise tener un hijo, varón. Dios no puede darme una hija mujer porque sabe que yo quiero un hijo varón.

Me resistí a la idea de ser padre de una niña. Mi esposa se puso feliz al saber la noticia. Almorzamos en un lugar especial, nos dio mucha felicidad la noticia. Y fue allí donde le dije: Se llamará, Gabriel Heyssen. A ella le pareció bien, porque ya habíamos hablado antes del tema, cuando éramos novios. Sin embargo - me dijo- ¿y si es mujer? No amor, ese niño es varón. No es mujer, porque es el primogénito. Ella, sabia y prudente como siempre, solo me dijo, "que sea la voluntad de Dios".

No amor - le dije tercamente- No puedes decir eso, osea sí puedes, pero en este caso no. Dios sabe que un hijo varón es mejor. Esa será su voluntad.

Cuando me decían que la barriga de mi esposa indicaba que sería mujer (hay una creencia de que si es redonda y ancha es mujer y si es punteda como una pelota, es varón). Yo no les hacía caso. Y es más, cuando al quinto mes, mi esposa se sacó una ecografía, el médico no pudo ver si era varón o mujer porque no se podía ver bien. Ahí, sentí que el nuevo ser que se formaba en el vientre de mi amada, era mujer. Lo sentí, pero no lo quise entender. El médico estaba nervioso, porque yo desde que entré le dije: "Vamos doctor, dime que mi hijo es varón, y no mujer...". Imagino que el médico tuvo miedo de causarme un infarto. Por ello no me dio respuesta concreta. Sin embargo, yo sentí que sería padre de una niña. Pero, no creí... esperé hasta el día de su nacimiento, cuando nació... y la vi por primera vez recostada junto a su mamá, y allí solo entonces, acepté que sería padre de una niña. Su nombre ya lo habíamos decidido: GÉNESIS VALENTINA.

En realidad ya sabía que sería niña dos meses antes, pero yo tenía la esperanza de que la ciencia se equivoque y Dios  tenga misericordia de mí y me de un varón. No me importaba perder todas las ropas y accesorios para mujer que había preparado. Y hasta compré colores, verdes y amarillos para que si es varón,  los use. Mi esposa se reía de mí. Me decía que ya no me martirice... Yo le decía; "No amor, yo sé que será mujer, estoy feliz". Lo estaba, pero yo quería una hijo varón.

Han pasado tres años, ¿y saben qué? Amo a Génesis Valentina como jamás me hubiera imaginado amar. Ella es tan tierna y tan linda (sé que para todos los padres sus hijos son eso y más...). Ella es la VOLUNTAD DE DIOS, y esa volutad siempre es mejor. Ella ha es una de las bendiciones mayores en mi familia. Su ternura y su carisma me cautivan todos los días. Yo no quería ser padre de una niña porque yo me conocía, sabía que soy duro, estricto, colérico. No quería ser una daño para una niña. Entonces, decía, si es varón, voy a poder formarlo con mi carácter. No fue así pues. Dios me dio a Génesis, una niña para que me ayude a moldear mi carácter. Sin duda, estamos en ese camino. Ella me da lecciones grandes todos los días. Como el de orar antes de dormir como una obligación, tenemos que leerle sus historias (A veces regresamos tarde del trabajo, y ella pide su historia...). O si estamos apurados para salir a la calle, ella nos recuerda que debemos orar antes de salir de casa.

Hay tantas anécdotas. Hubo un tiempo en que quería orar a cada momento. "Vamos a orar" - decía. O cada vez que me sentaba en el mueble para mirar TV, ella traía sus DVDs para que cantemos o veamos películas cristianas para niños. Cuando llego a casa, le gana a su mamá en darme el beso... y es  por ello que Ariel, su hermanito ya aprendió también a dar un beso a su padre.

La vi llorar y sufrir (fue una de las etapaas más tristes de mi vida. Me sentía impotente de hacer algo por ella... no podía, solo orar...) en el hospital internada tres días con tan solo nueve meses de edad. Fue traumático, oramos a Dios, mi esposa oró radicalmente. Y le dijo a Dios: "Señor, yo amo a mi hija, la amo mucho, pero sé que tu voluntad es mejor. Haz tu voluntad con ella, pero que no vuelva a internarse al hospital...". Mi Génesis le tenía un terror a los médicos, a las clínicas y todo lo que se parecía a ello. ¡Dios nos bendijo! ¡Jamás se ha vuelto a enfermar como para ir a un hospital o clínica!


Te amo Génesis. Ya conversas conmigo, ya hablamos de temas de interés. Ya sabes pedir lo que quieres y decir lo que no quieres. Eres la voluntad de Dios. El regalo de Dios más grande. Tú Génesis, eres lo mejor, lo que necesitaba según la agenda de Dios.

Quiero elevar una oración a Dios, esa oración que la elevo todos los días: "Amado Padre, quiero ser un buen hijo tuyo, para ser un buen padre para mis hijos...".

Tu padre, que te ama.

Heyssen

Pr. Heyssen J. Cordero Maraví
  

lunes, 3 de febrero de 2014

El peligro del poder...


"¿Quiéres conocer a alguien? Dale poder", es probablemente, una de las declaraciones más usadas al ver a alguien que cambió de manera abismal después de tener un determinado cargo o responsabilidad que implica tener subordinados. ¿No te ha pasado alguna vez? Conocí a personas extraordinarias, con un espíritu cristiano realmente admirable; muchas veces quise ser como ellos, inspiraban confianza en cada palabra y acción. No obstante, cuando llegaron a tener un cargo o responsabilidad simplemente todo el espíritu humilde y admirable se esfumó en cuestión de días como por "arte y magia". ¿Será que no se dan cuenta de su cambio? - es una pregunta constante al verlos diferentes.

¿Se han olvidado de cuándo eran los liderados y no los líderes? ¿Cómo se sentían cuando sus líderes les trataban mal? ¿ Cómo se sentían cuando sus líderes no actuaban con amabilidad y comprensión? Simplemente parece que están cegados o simplemente no quieren ver lo que frente a sus ojos tienen.

Conocí a un gran pastor. Un pastor que se constituyó en un ejemplo en varios aspectos. Era simplemente un pastor. ¡Qué amabilidad! ¡Qué trato cristiano! Oré muchas veces y le pedí a Dios ser como aquél bendito pastor. Años después Dios le dio la oportunidad de tener una responsabilidad diferente, tendría a su cargo a muchas personas, a muchos pastores. Y como yo me consideraba amigo, le llamé para felicitarle y saludarle. No me contestó, insistí unas tres veces más en diferentes horarios. No hallé respuesta. Entendí que debía estar muy ocupado por la nueva responsabilidad. Me contaron después que después de su nombramiento cambió abismalmente, jamás lo creí. Era cierto, no me llamó ni constestó llamada, pero era porque ahora tenía mucho trabajo, pasaron los años. Lo encontré por cosas de la vida. Y sí, era cierto, de aquél humilde pastor no hallé mucho, solo lo físico y con canas más notables. Me saludó de lejos, a pesar de que me acerqué para estrecharle la mano, solo me miró y me sonrió. Dio la vuelta y continuó su camino. Me sentí muy mal. 

Hace algunos días lo volví a ver. Ya no tiene cargo, y es que los cargos jamás son eternos. Volvió a ser un pastor distrital. ¿Y adivinen qué? Volvió a ser como antes era, al menos eso me mostró a través de su saludo. Lo miré extrañado a más. Notó mi sorpresa, no le dije nada, solo le saludé y conversamos como su nada hubiera pasado. 

Salomón, fue el más sabio de todos los tiempos. Dios lo bendijo grandemente y en sobremanera, su dependencia de Dios era admirable. Cuando Dios le dijo que pida lo que desee, él pidió sabiduría, y Dios le dio sabiduría y riquezas en abundancia. Salomón vivió una prosperidad extraordinaria. No obstante, aquél que con amor y humildad gobernaba y caminaba delante de Dios, un día se convirtió en un tirano, un opresor y déspota (Profetas y reyes, pp.39). ¿Qué pasó con Salomón? ¿Cuándo empezó su caída? Su caída empezó cuando quiso tener y hacer cosas más grandes que sus antecesores y sucesores. Quería la gloria. Anhelaba la admiración de su pueblo y de los extrangeros, e ignoraba que Dios debía ser quién le gloríe. Salomón, logró su sueño, logró ser el reino más próspero de todas la historia de Israel. No hubo más prosperidad que en su reinado. ¿Y acostas de qué? ¿Cómo logró ser rico y admirado? A causa de lágrimas, de dolor y pan de los hijos de los pobres de Israel. A causa de mal trato a sus seguidores. A causa de tristes acciones.

Salomón pudo tener la admiración y gloria, como lo tuvo, siendo sabio y caminando delante de Dios todos los días. Pero se olvidó de Dios, y aunque construyó un templo imponente para Dios, se olvidó de Dios. ¿Es posible hacer la obra de Dios olvidándose de Dios? ¿Es posible ser un pastor de Dios y olvidarse de Dios? Claro que sí. Salomón estaba empeñado en construir el templo más grande y hermoso para Dios, pero se olvidó de cómo quería Dios que se hagan las cosas. Se olvidó que el dinero debía usarse para la predicación del evangelio y el avance de la obra, y no para proyectos ambiciosos y egoístas (Patriarcas y profetas, pp. 39).

El que un día fuera sabio se convirtió en un hombre totalmente diferente. Causó lágrimas al pueblo de Israel. Mucho dolor de los pobres a causa de su mal proceder, del mal uso del poder. Pero ¿qué motivan a este aprendiz escritor, novel pastor a plasmar éstas líneas confusas? Sencillo, siento que he cambiado, y lo he hecho para mal. En mi afán de alcanzar metas y desafíos como pastor distrital, muchas veces he lastimado a más de uno, en mi afán de lograr mis objetivos (que por cierto son buenos, como construir templos, bautizar a más personas para el reino, crecer...) me he estoy olvidando que Diso quiere todo eso, pero a través de un liderazgo de amor, de comprensión y de sabiduría. A veces por imponer respeto o principio de autoridad puedo ser duro e incomprensible.

Salomón fue sabio cuando temió a Dios, y se convirtó en todo lo contrario. Oh Dios, perdóname por ser tan soberbio, déspota e incomprensible. Pero ayúdame a ser el pastor de amor, el pastor que agrade tu nombre. Quiero ser un buen pastor. Anhelo sabiduría a travé de temerte, de amarte y de dejarme guiar por Ti, en cada mañana, a la primera hora.

Pr. Heyssen J. Cordero Maraví


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