domingo, 24 de diciembre de 2023

¡Feliz navidad 🎄, vendedor ambulante!



Cuenta la mitología griega que, entre sus sin número de dioses, habían dos de ellos que estaban siempre tratando de demostrar quién era el mejor o el más poderoso. Esos “dioses” eran Cronos y Kairos, ambos significan “tiempo” en español.


Cronos es el tiempo cronológico, es el tiempo lineal, ese tiempo que corre, sigue su curso y no se detiene. Ese tiempo que no perdona y que es implacable, no responde al deseo humano, solo “transcurre, fluye” como diría Heráclito.


Kairos es el tiempo circunstancial, es el tiempo construido de momentos. Es estático, y vive en el recuerdo por años de años… Se detiene, y sí, da paz, da alegrías, también da tristezas. Tiene sus buenos y malos, sus bemoles… sus altos y bajos. 


De manera interesante, estos “dioses” son dos palabras en el idioma griego de la Biblia. En la Biblia, tanto Jesús como los escritores del Nuevo Testamento hablaron de los dos tiempos (cronológico y circunstancial). Los dos tiempos son necesarios para vivir. 


Al final, esa lucha de poderes en la mitología griega, era muy simple. Ningún tiempo es mejor que el otro, simplemente se sirven, se complementan. La vida está llena de un tiempo cronológico, de segundos, minutos, horas, días, semanas, meses y años… eso no lo podemos cambiar, no lo podemos detener. No podemos hacer nada para evitar que el minutero marque y avance. Sin embargo, sí podemos aprovechar el tiempo kairos, crear momentos, recuerdos que vivirán en nuestras memorias de por vida. Sí, con los años, vamos olvidando poco a poco, pero los mejores momentos difícilmente.


¿Qué es lo que motiva a combinar letras del teclado digital de este dispositivo electrónico a este escritor aprendiz? Simple. Hoy recordé que el tiempo cronológico es implacable. Hoy pasaré mi navidad número 39.


Mis mejores navidades las he pasado con mi esposa e hijos. ¡Ellos me han hecho gustar de estas fechas! Se preparan, comparten, disfrutan… Y son esos momentos que las guardo en mi corazón. 


Hace algunos días recordé mis navidades de niño y adolescente… Tuve navidades interesantes en casa de niño y adolescente. No quiero ser lastimero - solo quiero expresar, a quien ha llegado hasta aquí en la lectura - que no fueron las mejores navidades, muy probablemente, pero valen la pena recordar… Quiero contarles de algunas navidades como vendedor ambulante. 


Esas navidades eran diferentes, llenas de trabajo, situaciones que me han marcado… Teníamos que salir todo el día a vender panetones en bolsa, tarros de chocolate, cohetes y juguetes… jajaja. El día tenía sus horas “pico”… luego teníamos que ir rematando porque no debíamos quedarnos con mercadería que era sinónimo de pérdida. Esto era en navidad y Año Nuevo. La meta era vender todo en navidad y menos en Año Nuevo. 


Ahí en medio de la calle, mis padres y yo batallábamos cuerpo a cuerpo, mi garganta reseca de tanto gritar: “lleve sus panetones, a 3 por 15… Ya se acaban, son los últimos (cuando debajo tenías más cajas)“. No tenía vergüenza de gritar a voz en cuello. Era ya un adolescente, y oraba mentalmente a un Dios que no conocía que podamos terminar temprano las ventas. De eso dependíamos como familia. Luego, cuando ya la congestión y los “compradores” no circulaban… recogíamos con tristeza o alegría la mercadería, poco o mucho… 


Luego, cargábamos en el triciclo todas las cosas… de ahí pasábamos por el Pechugón, una pollería en el Jr.  Ucayali con (no recuerdo el otro jirón), cerca a la plaza de armas de Pucallpa para comprar un pollo y llevar a la casa. Regresábamos a contra reloj. En casa estaba mi hermano Vico y mi hermanita Leslie. Nos bañábamos, cambiábamos de ropa y luego esperábamos el conteo regresivo de Radiomar: “10, 9, 8… Feliz navidad”. 


Esas navidades no se parecían a las navidades de “Función Estelar” del canal 2 (Frecuencia Latina), de esas películas norteamericanas con nieve y Santa Claus… Es por eso que jamás creí en Papá Noel, porque yo vendía los juguetes… jajaja. La vida me enseñó a madurar muy rápido. Pero en todo esa aventura informal, fui feliz.


La vida no está solo de momentos buenos, hay momentos malos (difíciles, sería la mejor palabra) que nos preparan para los buenos… Hoy no tendría problemas de vender en la calle, no tengo vergüenza… Sé que no es fácil, sé lo que se siente cuando pasan las horas y no vendes nada… sé lo que es sentir el desprecio de la gente… el abuso de los “fiscalizadores o agentes municipales”. Sé que es estar en la calle todo el día con los ojos y la nariz llena de hollín, por la contaminación… sé que es comer en táper en medio de la calle, y ser interrumpido por un “cliente”. Sé que es pelearse por un cliente, o darle más barato para que te compren y no se vaya al costado. Jajaja. 


Eso me preparó a ser un buen colportor,  a ser un pastor todo terreno. Hoy trabajo de manera diferente pero agradezco a mis padres que me enseñaron a trabajar, porque eso me preparó para vivir hoy…


Crea momentos con los que amas cada día, ahí en el lugar donde estás, en la situación que vives, vive en amor, abraza, perdona… disfruta los momentos junto a los tuyos… este podría ser tu última navidad… o una navidad menos junto a tus hijos… ellos crecerán y pasarán solos o con sus familias… los momentos no se repiten, son otros… aprovecha el tiempo cronológico y circunstancial siempre y con los que más amas…


¡Feliz navidad!


Pr. Heyssen Cordero Maraví

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