lunes, 26 de marzo de 2012

¿Haciendo leña del árbol caído?


Mi pequeña Génesis aprendió a caminar hace tres semanas. Fue un día realmente emocionante y esperado... y es que había cumplido un año y no caminaba aún. Aunque no quería aceptarlo, por momentos me preocupaba y me preguntaba si era normal que una niña de un año cumplido aún no camine. Uno de esos días de trabajo llegué a casa y mi amada esposa me dio la noticia, Génesis Valentina ya caminaba solita.

Ella tenía un año y  ocho días cuando esto sucedió. La abracé y besé mucho... mi pequeña Génesis no deseaba estar en brazos, ella quería estar caminando y caminando. No obstante, como se imaginarán, su caminar era tambaleante, requería siempre de la tutoría y el cuidado de papá y mamá... ella no lo pedía, pero lo necesitaba.

Confieso que todo ello era más que emocionante. Ver a mi querida Génesis caminando después de haberla tenido entre mis brazos tan pequeñita, era sin duda una alegría verla crecer... Todo era maravilloso hasta hoy. Ella agarró confianza al caminar que aceleró sus pasos más de lo acostumbrado y se cayó lastimándose así los labios. Ella lloró como no había llorado jamás... sus lágrimas caían entre sus tiernas mejillas y nosotros, sus padres tratábamos de consolarla. Finalmente se calmó, no fue tan grave dijimos.

Ahora, mientras escribo, ella está durmiendo. Pero ¿qué es lo que motiva a escribir esta reflexión del alma a este novato escritor? Una emoción grande de ver a mi Génesis crecer... y una lección de vida. 

Verán, la vida cristiana es como la de un bebé aprendiendo a caminar. Es emocionante, es muy hermoso... los cristianos somos como bebés que aprenden a caminar, deben ser cuidados y guiados por un padre. Pero los bebés se escapan, corren más de lo que deberían, intentan esconderse como jugando, y es allí cuando caen, se lastiman... pero siempre aparece el buen padre o la mamá para levantarles, acaricirales y protegerlos.

Saben, cuando mi querida Génesis se cayó... me desesperé al verla llorar. La miré a los ojos y le dije: "yo te dije que no corras, que camines despacio, ya ves, eso es lo que pasa...". Qué mal actué lo reconozco. Haciendo "leña del árbol caído"... Así somos los humanos, cuando alguien cae nos la pasamos diciendo: "yo te dije, tú sabías, te advertí...". Me preguntó, ¿qué pasaría si Dios nos dijera lo mismo? ¿qué pasaría si nos dijera: "yo te dije, te lo advertí..."? Afortunadamente Él es Dios, no es simple humano, es Dios y jamás dice como a veces mi esposa suele decir: "yo te dije". No sé ustedes pero personalmente no me hace feliz escuchar: "te lo dije, yo te dije, te advertí...".

Quisiera terminar esta reflexión del alma, agradeciendo a Dios por saber que tengo un Padre amoroso, un Padre que cuida mi caminar y aunque caiga y me lastime, Él jamás me recrimina ni me hace un "carga montón" como a veces los humanos hacen del "árbol caído". Si no que me ama, me socorre, me auxilia y me anima a seguir caminando...

Pr. Heyssen J. Cordero Maraví





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