Te conocí el segundo sábado de mayo
del 2001. Vestía un blue jean, un polo de color negro cuello redondo con el
logo los Gansas Rouss, zapatos cuervo volteado color marrón, cabello un tanto
crecido (y en mi humilde opinión, me quedaba bien). Tú tenías un vestido
celeste y zapatos negros, una toallita blanca entre tus manos, cabello ondeado
bien negro, cejas pobladas con una mirada angelical a pesar de las imponentes
cejas enormes. Como era un visitante a
la iglesia me llevaron a la clase jóvenes y estaban hablando de Sansón.
Recuerdo bien ese tema porque la maestra de jóvenes decía: “así que chicas,
jamás deben fijarse en chicos no creyentes, pues son como Dalila, filisteos”.
Yo me sentí aludido, y entendí que serías una joven más interesante para
conquistar, así como las demás. ¡Un reto! ¡Cómo me encantan los desafíos! Pero
después, la maestra me miró a los ojos como intuyendo que yo era un lobo entre
ovejas, y me preguntó: “Hola, ¿y tú de qué iglesia nos visitas?”. Yo no supe
qué responder, pero entre mis labios cerrados dije: “A la Granja (era una
discoteca famosa en mis tiempos de adolescente en la ciudad de Pucallpa)…”.
¿Cómo? – Me volvió a preguntar con una sonrisa entre sus labios – No escuché
bien. “A ninguna iglesia, yo vengo de visita”. Y todos los jóvenes dijeron:
“Amén, bienevenido…”. Yo me reí en mi interior diciéndome: “Éstos muchachos
habían resultado pateros (adulones), pero a mí no me van a venir con paterías
pues, yo soy el gran Heyssen…”.
Tú estabas sentada a tres sillas de
mí. Yo observé que de todas las jóvenes tú eras la más tierna y linda. Creí que
tenías 14 o 15 años, yo tenía 17. Y me decía, serías perfecta entre todas, si
tan solo serían mayor. Ese sábado por la noche hubo juegos sociales y allí
descubrí que tenías la misa edad que yo, pero mayor por cinco meses. Osea, eras
mi mayor. Pasaron los días, semanas y meses, y el amor de Dios germinó en mi
corazón, y por gracia de Dios fui bautizado el 10 de noviembre del 2001. Aquél
intrépido jovencito que entró a la iglesia por curiosidad y por vacíos
existenciales como todo joven estudiante de ciencias, finalmente se enamoró de
Jesús.
Te convertiste en ese tiempo en mi
mejor amiga. Convesar contigo era lo que más me gustaba. Disfrutaba pasar el
tiempo contigo. Éramos amigos. Amigos, amigos y simplemente amigos y nada más.
Me contabas tus cosas y yo a ti. Jamás hablamos de cosas triviales, hablábamos
de la obra de Dios, de predicar el evangelio… de gastar nuestras vidas en pro
de la misión. Orábamos el uno por el otro.
Tuve miedo de perder tu amistad
cuando empecé a sentir algo más que una amistad. Pasó el tiempo y aunque decidí
jamás decirte mis sentimientos porque me resistía a creer que entre tú y yo
podía pasar algo. Así que preferí ser tu amigo a perder tu amistad diciéndote
mis sentimientos. Hasta que decidí ser pastor. Abandoné mis estudios de
enfermería en la Universidad Nacional de Ucayali, fue duro, difícil para mí.
Pero tú estuviste siempre allí para decirme que sí podría ser pastor. Eras mi
amiga. Fuiste la primera persona a la que le pregunté si creía que yo podía ser
un pastor. Me dijiste: “Creo que sí, eres un buen dirigente de iglesia… Y creo
que Dios puede hacer más”.
Cuando decidí ir a colportar a
Tocache para poder estudiar después, el 01 de noviembre del 2003, ese día,
decidí declararte mis sentimientos. Total, no te pediría nada, no te pediría
nada de nada, solo que sepas lo que siento por ti. Te invité a salir por
primera vez en casi tres años de amistad. Y en una pizzería te dije lo que
sentía por ti. Y para mi sorpresa y alegría, tú también estabas enamorada de
mí. Me quedé helado. Y te pregunté en medio de la plaza de Pucallpa: “Tú sabes
que voy a Lima a estudiar teología en la universidad adventista, ¿Estarías
dispuesta a esperarme cinco años para casarte conmigo?”. Tú me miraste y con
una voz dulce contestaste: “Sí…”. Ese día, ese momento entendí que podían ser
dos cosas, que estaba loco por pedirte eso, o que tú eras más loca por creer
que eso podía pasar. Ninguna de las dos. Pasados los cinco años, tres meses y
tres días, el 08 de febrero del 2009, tú y yo nos casamos en Pucallpa. Yo había
sido llamado para ser pastor en la selva del Perú, y juntos fuimos a pastorear nuestro
primer distrito misionero.
Ya han pasado más de diez años
desde que fuimos enamorados, y cinco años como esposos. No somos los mismos.
Muchas cosas han cambiado sin duda, estoy aprendido con seguridad, cada día…
lucho por ser el esposo que quieres todos los días. Hago mi mejor esfuerzo. Y
cuando te veo que sonríes, entonces soy feliz. La felicidad no es gratis. La
felicidad viene de Dios, pero es un trabajo diario de parte de nosotros, que
requiere de ese amor de Dios. He leído muchos libros, artículos y he escuchado
seminarios, conferencias de cómo ser un buen esposo, un esposo ideal… pero ello
no tiene sentido si estamos lejos de Dios. Por eso, cada día busco ese amor
puro y real que solo proviene de Dios, la fuente del verdadero amor.
Ya no estamos solos. Ahora somos
cuatro. Tú, Génesis y Ariel: Reina, Princesa y Príncipe. Nuestras vidas han
cambiado mucho con la llegada de ellos. Son bendiciones de Dios, nos han hecho
madurar y aprender cosas que jamás, jamás hubiéramos imaginado. Gracias por ser
una linda madre, una madre extraordinaria…
¿Te amo? Sí, pero no es como antes,
es mucho más grande y más maduro. Te amo Charly, con todos mis defectos que
conoces más que nadie en este mundo, te amo, te amo porque eres el regalo de
Dios. Te amo porque Dios nos unió, y porque nuestro amor se construyó por
voluntad de Dios. Se desarrolló con oraciones… Eres la respuesta a mis
oraciones desde que aprendí a orar. Eres mi dulce inspiración terrenal, mi
princesa árabe… eres mi Nena. Feliz aniversario!!!
Te ama,
Heyssen, tu Lleyller
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