lunes, 3 de febrero de 2014

El peligro del poder...


"¿Quiéres conocer a alguien? Dale poder", es probablemente, una de las declaraciones más usadas al ver a alguien que cambió de manera abismal después de tener un determinado cargo o responsabilidad que implica tener subordinados. ¿No te ha pasado alguna vez? Conocí a personas extraordinarias, con un espíritu cristiano realmente admirable; muchas veces quise ser como ellos, inspiraban confianza en cada palabra y acción. No obstante, cuando llegaron a tener un cargo o responsabilidad simplemente todo el espíritu humilde y admirable se esfumó en cuestión de días como por "arte y magia". ¿Será que no se dan cuenta de su cambio? - es una pregunta constante al verlos diferentes.

¿Se han olvidado de cuándo eran los liderados y no los líderes? ¿Cómo se sentían cuando sus líderes les trataban mal? ¿ Cómo se sentían cuando sus líderes no actuaban con amabilidad y comprensión? Simplemente parece que están cegados o simplemente no quieren ver lo que frente a sus ojos tienen.

Conocí a un gran pastor. Un pastor que se constituyó en un ejemplo en varios aspectos. Era simplemente un pastor. ¡Qué amabilidad! ¡Qué trato cristiano! Oré muchas veces y le pedí a Dios ser como aquél bendito pastor. Años después Dios le dio la oportunidad de tener una responsabilidad diferente, tendría a su cargo a muchas personas, a muchos pastores. Y como yo me consideraba amigo, le llamé para felicitarle y saludarle. No me contestó, insistí unas tres veces más en diferentes horarios. No hallé respuesta. Entendí que debía estar muy ocupado por la nueva responsabilidad. Me contaron después que después de su nombramiento cambió abismalmente, jamás lo creí. Era cierto, no me llamó ni constestó llamada, pero era porque ahora tenía mucho trabajo, pasaron los años. Lo encontré por cosas de la vida. Y sí, era cierto, de aquél humilde pastor no hallé mucho, solo lo físico y con canas más notables. Me saludó de lejos, a pesar de que me acerqué para estrecharle la mano, solo me miró y me sonrió. Dio la vuelta y continuó su camino. Me sentí muy mal. 

Hace algunos días lo volví a ver. Ya no tiene cargo, y es que los cargos jamás son eternos. Volvió a ser un pastor distrital. ¿Y adivinen qué? Volvió a ser como antes era, al menos eso me mostró a través de su saludo. Lo miré extrañado a más. Notó mi sorpresa, no le dije nada, solo le saludé y conversamos como su nada hubiera pasado. 

Salomón, fue el más sabio de todos los tiempos. Dios lo bendijo grandemente y en sobremanera, su dependencia de Dios era admirable. Cuando Dios le dijo que pida lo que desee, él pidió sabiduría, y Dios le dio sabiduría y riquezas en abundancia. Salomón vivió una prosperidad extraordinaria. No obstante, aquél que con amor y humildad gobernaba y caminaba delante de Dios, un día se convirtió en un tirano, un opresor y déspota (Profetas y reyes, pp.39). ¿Qué pasó con Salomón? ¿Cuándo empezó su caída? Su caída empezó cuando quiso tener y hacer cosas más grandes que sus antecesores y sucesores. Quería la gloria. Anhelaba la admiración de su pueblo y de los extrangeros, e ignoraba que Dios debía ser quién le gloríe. Salomón, logró su sueño, logró ser el reino más próspero de todas la historia de Israel. No hubo más prosperidad que en su reinado. ¿Y acostas de qué? ¿Cómo logró ser rico y admirado? A causa de lágrimas, de dolor y pan de los hijos de los pobres de Israel. A causa de mal trato a sus seguidores. A causa de tristes acciones.

Salomón pudo tener la admiración y gloria, como lo tuvo, siendo sabio y caminando delante de Dios todos los días. Pero se olvidó de Dios, y aunque construyó un templo imponente para Dios, se olvidó de Dios. ¿Es posible hacer la obra de Dios olvidándose de Dios? ¿Es posible ser un pastor de Dios y olvidarse de Dios? Claro que sí. Salomón estaba empeñado en construir el templo más grande y hermoso para Dios, pero se olvidó de cómo quería Dios que se hagan las cosas. Se olvidó que el dinero debía usarse para la predicación del evangelio y el avance de la obra, y no para proyectos ambiciosos y egoístas (Patriarcas y profetas, pp. 39).

El que un día fuera sabio se convirtió en un hombre totalmente diferente. Causó lágrimas al pueblo de Israel. Mucho dolor de los pobres a causa de su mal proceder, del mal uso del poder. Pero ¿qué motivan a este aprendiz escritor, novel pastor a plasmar éstas líneas confusas? Sencillo, siento que he cambiado, y lo he hecho para mal. En mi afán de alcanzar metas y desafíos como pastor distrital, muchas veces he lastimado a más de uno, en mi afán de lograr mis objetivos (que por cierto son buenos, como construir templos, bautizar a más personas para el reino, crecer...) me he estoy olvidando que Diso quiere todo eso, pero a través de un liderazgo de amor, de comprensión y de sabiduría. A veces por imponer respeto o principio de autoridad puedo ser duro e incomprensible.

Salomón fue sabio cuando temió a Dios, y se convirtó en todo lo contrario. Oh Dios, perdóname por ser tan soberbio, déspota e incomprensible. Pero ayúdame a ser el pastor de amor, el pastor que agrade tu nombre. Quiero ser un buen pastor. Anhelo sabiduría a travé de temerte, de amarte y de dejarme guiar por Ti, en cada mañana, a la primera hora.

Pr. Heyssen J. Cordero Maraví


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