viernes, 19 de agosto de 2011

Mi DNI tiene la culpa...


Hace exactamente una semana  perdí un vuelo a Iquitos, Perú. Después de una semana, creo haberlo asimilado, al menos eso creo. Había hecho planes magníficos, tenía planeado actividades que sin duda alguna eran sumamente importantes, pero no pude llevarlos a cabo. Fue un duro golpe a mi novel ministerio pastoral.

Todo empezó el viernes por la mañana. Salía del Banco de la Nación de la Av. 28 de julio en el centro de Lima en búsqueda de una fotocopiadora. El agente bancario me dijo que era necesaria la copia de mi DNI (Documento Nacional de Identidad) para realizar un trámite. Según el anciano bancario de cabellos blancos y gruesos anteojos el lugar indicado estaba -según él-  "saliendo, media cuadra doblando a la derecha". Saqué mi billetera marrón (regalo de la hna. Elena León del Agustino por mi cumpleaños 23) del bolsillo trasero de mi pantalón con mi mano izquierda y salí en dirección hacia el lugar recomendado. Estaba llegando a la meta, cuando vi a un muchacho corriendo hacia mí a unos 6 metros. No le di importancia, cuando de pronto sentí un puñetazo en mi muñeca izquierda más un empujón hacia la pared. Mi mano soltó la billetera marrón como efecto natural del golpe y otro individuo con prontitud recogió la billetera para luego correr y escabullirse entre la multitud de carros y personas.

Debo confesar que no dije, ni hice absolutamente nada. Me levanté con una mezcla de sentimientos, miedo, vergüenza y una sonrisa obligatoria (por no llorar) por las miradas de varias personas sobre mí, eso me hacía sentir peor. Un policía se acercó y me preguntó si estaba bien, le dije que sí y que me robaron únicamente mi billetera con algunos soles y mi documento más importante: mi DNI.

De pronto, recordé que tenía que viajar a Iquitos dentro de algunas horas. Y necesitaba sí o sí mi DNI. ¡Noooo....! ¡Mi DNI...! El oficial de la comisaría de la Victoria, me dijo que con una denuncia podía solucionar (debía pagar 12 soles para "agilizar" el trámite ). Me dio la denuncia certificada con una copia de datos provistos por la RENIEC. Según el policía era suficiente para solucionar el problema.

Tomé un taxi y por veinte nuevos soles me llevó de inmediato al aeropuerto internacional Jorge Chávez. Ingresé al moderno aeropuerto y con prontitud me acerqué al counter. Una señorita de ojos negros y cejas bien pobladas me dijo que sin DNI no podría abordar el avión. Le pedí por favor, le dije que era misionero adventista y me urgía viajar y no podía perder el vuelo. La señorita de LAN me dijo que era imposible y que si gustaba intentara por otra ventanilla. Así lo hice, una, dos y hasta tres veces. No pude. Solicité conversar con la administración y nada de nada. Como mis pasajes eran de promoción no podía ser postergado ni a meritaba devolución. Simplemente no podía viajar y perdería el vuelo. Así de sencillo.

Me sentí desesperado. No sabía qué hacer ni a dónde ir. Por culpa de un DNI. Fue por mi DNI que salí del Banco de la Nación y me robaron, y ahora, era un DNI, mi DNI la responsable de que yo no pueda abordar el viaje a Iquitos. Caminé con la cabeza agacha y con un dolor en el corazón me sentí el ser humano más desgraciado del mundo, pensando en el poder que tiene un DNI. Me pregunto qué valor tiene el DNI.  ¿Por qué es tan importante? Simple. Dice quién eres. 

Tomé un taxi en dirección hacia la casa de uno de mis mejores amigos: Eduardo Esteban. Ya en el taxi, gruesas lágrimas resbalaban presurosas por mis resecas mejillas. Sentía como si había perdido el viaje de mi vida. De pronto, hice un viaje mental hacia el futuro. Pensé cómo será aquél día en el que Jesús regrese por segunda vez a llevar a los suyos. Para hacer ese viaje soñado al cielo también necesitaré un DNI con la marca de Cristo. Un DNI que indique quién soy, y si soy o no un hijo de Dios.

Perdí el vuelo hacia Iquitos, sí, pero no deseo perder el vuelo hacia el cielo, ese vuelo en los brazos de Jesús, mi salvador y redentor. Es por ello que hoy, decidí no perder mi DNI, mi identidad, mi marca (no marca Perú...), sino mi marca de hijo de Dios.

Pr. Heyssen J. Cordero Maraví

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